HANS HOLBEIN "EL JOVEN"




Archivo fotográfico Los Valientes Duermen Solos
HANS HOLBEIN "EL JOVEN" (Augsburgo, 1497? - Londres,1543)
REALISMO DE LOS DETALLES SUBORDINADO A LA ARMONÍA DE LÍNEAS Y COLORES 


BIBLIOGRAFIA
▪ UDO KULTERMANN, Historia de la Historia del Arte: el camino de una ciencia. Madrid: Akal (1990) 
▪ RÜDIGER AN DER HEIDEN, El Renacimiento en Europa Central. Barcelona: Salvat (1972) 

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MEDIATECA



HANS HOLBEIN
ÚLTIMO PINTOR IMPORTANTE DE LA ESCUELA GERMÁNICA DE LA REFORMA


"Por fin, el último pintor importante de esta escuela germánica de la Reforma, Holbein, llamado el Joven, es, sobretodo, un retratista. Aunque nacido en Augsburgo en 1498, Holbein pasó todo el tiempo que le dejaban libre sus viajes, en Basilea, donde se encuentra hoy una célebre colección de sus obras, reunidas en el Museo. Al final de su vida pasó a Inglaterra y acabó por avecindarse allí, donde murió en 1543. Pero fue en Basilea donde se formaron su espíritu y su arte. La pequeña ciudad de Suiza de las orillas del Rin era entonces un importante centro de estudios, por su universidad y sus imprentas. Allí residía Erasmo, del cual Holbein pintó varios retratos que se han hecho muy populares, y sus editores, como Froeben y Amerbach, eran no sólo industriales impresores, sino notables coleccionistas. Holbein recibió varios encargos del Consejo municipal y de burgueses acomodados, quienes solicitaban que les decorase sus casas o pintase retablos para sus capillas. Muchas de estas obras, sobretodo los frescos, han desaparecido; para darnos idea no queda más que la Predella, con Cristo en el sepulcro, de un famoso retablo de la Pasión, reputado la obra maestra de Holbein. Aquella figura de Cristo muerto, con los ojos y la boca abiertos como los de un ajusticiado, causa dolor y pasmo, casi espanto, al contemplarla en la sala del Museo de Basilea. Cristo ha muerto, era hombre mortal; cuanto más humana sea la representación del cadáver, más grande será la gloria de su resurrección. El naturalismo del hombre muerto del Museo de Basilea se halla perfectamente de acuerdo con la crítica de los reformadores; allí enfrente está el retrato de Erasmo, acaso traduciendo al griego, por primera vez, el Evangelio de San Juan; allí está también el retrato de Amerbach, el impresor culto e inteligente, con su elegante gorra negra y la inscripción que le acredita de erudito. No todos en Basilea estaban por la Reforma, ni había aquella unanimidad que rodeaba a Durero en Nuremberg o a Cranach en Wittenberg. El burgomaestre, Jacob  Meyer, hacía alarde de fidelidad a la Iglesia romana encargando a Holbein un altar con la Virgen y, a sus pies, él con su esposa y sus hijos, obra que es hoy una de las más excelentes del artista. Del burgomaestre y su familia hizo Holbein varios retratos  de un gran naturismo. Diez años antes había pintado otro retrato del propio Meyer y su esposa en un hermoso plafón apaisado. Estos dos tipos suizos, el buen burgomaestre y su hacendosa mujer, todavía bella, están admirablemente retratados. Pero los esfuerzos de Meyer y de otros no pudieron conseguir que la contienda entre los reformadores y los partidarios de Roma fuese puramente intelectual, y los dos bandos enemigos llegaron a tal apasionamiento, que la vida en Basilea se hizo imposible. Erasmo emigró entonces, y Holbein no tuvo más remedio que hacer otro tanto, y dejando en Basilea a su esposa y sus hijos, marchó a Inglaterra en 1526, recomendado al gran erudito y reformador Tomás Moro. Pintó primeramente el retrato de Moro y su familia, retrato que por cierto ha desaparecido. Después, poco a poco , se fue introduciendo en la corte y llegó a pintar los retratos de Enrique VIII, los de sus esposas y los de sus consejeros. Por Holbein conocemos, mejor que por nadie más, la aristocracia inglesa de la época. Resumiendo, en Alemania no hubo monarca del tipo de los franceses Carlos VIII y Francisco I, que se empeñaron en italianizarse; todo lo contrario. El arte italiano  del siglo XVI, que tenía su centro de difusión en Roma, era considerado peligroso por los príncipes, porque envuelto en un manto de belleza encerraba todo lo que representaba la jerarquía católica, enojosa hasta para lo que no se habían vuelto protestantes. Acaso por la repulsión que se sentía en Alemania hacia la ideología de la Curia romana, los grandes artistas que hemos presentado tienen un carácter germánico tan acentuado, que ni aun en la época romántica se manifestaron los artistas alemanes con tanta fuerza racial como ésta." 
▪ RÜDIGER AN DER HEIDEN, El Renacimiento en Europa Central. Barcelona: Salvat (1972)