JOAN MIRÓ




scanner y colección Los Valientes Duermen Solos
JOAN MIRÓ I FERRÀ (Barcelona, 1893- Palma de Mallorca, 1983)
LA FUERZA CREADORA

"Cada pedazo de papel, cada lápiz tenía allí su lugar en la mesa de trabajo. A primera vista, parecía imposible imaginar que el autor de pinturas tan irreales pudiese llevar una existencia tan burguesa. Pero el ejemplo de Paul Klee me había demostrado que una vida exterior ordenada no sólo no es incompatible con la verdadera riqueza y amplitud de la visión artística, sino que acaso la misma incesante presión de imágenes, sueños y visiones haga necesario ese contraste. Cuanto más trataba de preguntar la pintura de Miró, tanto más claramente advertía la inutilidad de cualquier interrogatorio. En contraste con los cuadros de Picasso, lo humorístico y lo grotesco de Miró, tienen también su sitio en los de su más joven amigo catalán. Del fondo oscuro construído con varias zonas de colores se erigen figuras de líneas tortuosas. Las formas entrelazadas están llenas de colores fuertes como el rojo, dorado, ocre, blanco y negro. Este vibrante cuadro encierra la función de acentuar su carácter poético. Ya en 1925 había experimentado Miró con sus "cuadros-poema"; en esta obra las palabras se cosen sin costuras (poemas sin palabras) e intensifican colores, líneas y figuras en una atmósfera dancística. Un monstruo horroroso, una furia horrible y de dientes castañeantes, que mastica maldiciones entre sus mandíbulas putrefactas. Miró expone aquí en forma drástica ese otro aspecto de la diosa de la maternidad, aquel de la horripilante y devoradora madre que simboliza la destrucción y la desgracia en la vida del hombre. La fuerza creadora. Pero el mundo de lo poético permanece siempre intacto, incluso en los momentos en que el mundo de lo real vive en plena violencia. La serie de litografías conocidas como Barcelona, que datan de 1944, presentan un mundo tambaleante y desquiciado por una avalancha de demonios. Los medios gráficos se han transformado más robustos, más directos. Pero el mundo poético de Miró no ha sido corrompido. La puerta se abrió. Un hombre vestido con un arrugado traje de lino blanco bajaba los peldaños en dirección a mí. Era de estatura mediana y representaba la misma edad que Miró. Había una expresión un tanto faunesca en su cara, con el ojo derecho desviado. Cinco largos pelos, como las arqueadas líneas de un pentagrama, indicado por dos áreas contiguas de color entre las piezas de utilería identificables. A la altura de mi cabeza cuelga la pared de profundidad espacial. Miró, del diminuto orificio negro. CAPUT MORTUUM. 1983. Miró comenzó una nueva serie de pinturas grandes, en las que pinceladas gestuales se oponen a figuras de dibujo muy fino, manchas de colores a líneas: un dualismo pictórico en muy sutil balance. "El sol rojo" con su fondo expresivo y a la vez reservado, sobre el que un azul claro alumbra como una ventana, pertenece a los más hermosos cuadros de esta época. Un disco rojo brillante se encarga de unir las dos zonas. La figura de fondo azul está hecha con gestos rápidos; ella, a su vez, circunda una mancha roja, de la que - con ayuda de un par de líneas- surge un rostro divertido y pequeño. La otra figura está ubicada a la derecha y parecería estar admirando este teatro de colores y formas. La verdad es absoluta. Este texto son las paredes de una opinión muy modesta. En Miró, en cambio, el dibujo ocupaba más que una esquina del papel. La "Pintura" muestra un fondo veteado con manchas de colores, estructuras de muaré delicadamente difuminadas y limpios colores brillantes. Sobre este fondo intranquilo se reúnen algunas criaturas del mundo simbólico de Miró, que se imponen a pesar de los estímulos colorísticos. La soga y el cordel incluídos tienen tal vez como fin llamar la atención hacia un efecto físico tangible, un estímulo óptico adicional, que recién mucho más tarde tendrá cabida en la pintura informal. Ghetto ladrando en el cuadro de Miró. En contraste con la aridez de la naturaleza y la austeridad de la vivienda humana, las personas con quienes me cruzaba de tanto en tanto eran carros tirados por mulas. El hombre no es el producto de su hambiente en el sentido en que la frase suele repetirse. Ghetto es parte de él. Un cuadro, una escultura de Miró, podrían estar colocados en casi cualquiera de estos escenarios. Pintura de las llamadas realistas, que suelen venderse en las galerias de arte o las tiendas de recuerdos de viaje de la costa, hubiera chocado allí como un anacronismo."