ERNST FUCHS


scanner y colección Thabeat Valera


En los últimos diez años se han celebrado en Europa dos grandes retrospectivas dedicadas a la obra de Ernst Fuchs (Viena, 1930), el representante más importante de la llamada Escuela de Viena del Realismo Fantástico. San Petersburgo en 1993 y Viena en 2001 rindieron homenaje a la figura de Fuchs, un artista todavía en activo y cuya trascendencia internacional sigue vigente, pues ha calado hondo en el arte popular de final de siglo y algunos de los artistas más transgresores de los últimos años lo consideran como su maestro.

Los orígenes de Fuchs los encontraremos en Austria, concretamente en la Viena de mitad de siglo, donde lideró un movimiento artístico que ha dejado huella en la Europa central. El arte austriaco ha aportado algunos de los nombres más singulares del arte del siglo XX. Figuras como Alfred Kubin, Gustav Klimt, Egon Schiele y Oskar Kokoschka que principalmente desarrollaron sus carreras en la primera mitad del siglo pasado, se han convertido en algunos de los artistas más influyentes e interesantes del panorama pictórico internacional, pues su obra se revisita continuamente en publicaciones y exposiciones. Sin embargo la segunda mitad de siglo nos es menos conocida pese a la efervescencia cultural producida en aquel país, con movimientos tan importantes como los accionistas vieneses y artistas destacados como Arnulf Rainer o Günter Brus.




Adentrémonos en lo que está considerado por la crítica como el grupo artístico austriaco más importante desde 1950: la Escuela de Viena del Realismo Fantástico. Austria sufrió profundamente los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, especialmente en el ámbito sociocultural, que vendría marcado por el aislamiento. Por este motivo al acabar la contienda bélica en Europa, la influencia de las vanguardias se haría notar de forma contundente y los artistas se pusieron a trabajar con el deseo de recuperar el tiempo perdido y de expresar sus inquietudes y sentimientos, afectados por el clima desolador y deprimente de la posguerra.

En Viena, que fue uno de los centros culturales y del saber de finales del XIX, lugar de síntesis de corrientes artísticas y estilos, pervivía la tradición entre intelectuales y artistas de reunirse para conversar e intercambiar ideas en cafés y salones, en torno a los cuales se creaba toda una cultura y una atmósfera especial que afianzaba estas instituciones intelectuales. El Art-club vienés mantenía su vitalidad tras la guerra y acogía a todo tipo de artistas, convirtiéndose en centro aglutinador de la vanguardia.

Alrededor de 1948 surgió en este contexto un grupo de artistas a los que empezaron a llamar los surrealistas. Esta etiqueta respondía más bien a una mera denominación de compromiso, pues en realidad no seguían el dogma surrealista. Tras la difusión del grupo en los años cincuenta a través de diversas exposiciones, el crítico austriaco J. Muschnik les denominaba en un artículo de 1957 como Escuela de Viena del realismo fantástico, siguiendo el ejemplo del término realismo mágico utilizado al referirse a Franz Roh y la Neue Sachlichkeit. Años más tarde Federico Fellini hablaba (sin relación alguna con esta escuela) de realismo fantástico al referirse a su estilo cinematográfico.

Esta escuela pictórica comprende un grupo de unos treinta artistas, de los cuales, cinco son sus máximos representantes: Arik Brauer, Ernst Fuchs, Rudolf Hausner, Wolfgang Hutter y Anton Lehmden. Entre ellos llama la atención la obra de Fuchs, como veremos uno de los artistas más importantes de la segunda mitad de siglo en el ámbito internacional, que sin embargo es un gran desconocido en España, pues nunca se le ha dedicado exposición alguna ni estudio significativo. Lo que une a estos artistas es lo biográfico: provienen de Viena y se relacionan unos con otros; estudiaron en la Academia de Bellas Artes de Viena, bajo la dirección del profesor Albert P. Gütersloh (a excepción de Hausner que contactaría con el grupo en el Art-club) que mostró a cada uno sus individualidades y fue además el padre espiritual del grupo.



Empezaron a pintar en torno a 1945 exponiendo colectivamente su obra en la ciudad en los años posteriores. Su aprendizaje y estilos los desarrollan en el Kunsthistorisches Museum y en la Albertina, donde comparten su fascinación por el arte y por los maestros antiguos, por la pintura gótica y la cuatrocentista y por pintores como El Bosco, Brueghel y Altdorfer. Sus raíces artísticas están más próximas al Manierismo, al Barroco y al Simbolismo que al Surrealismo.

Como característica principal del grupo cabe resaltar que la individualidad de cada artista contradice el concepto de "escuela", pues cada cual desarrolla su universo personal y creativo y la obra de cada uno se diferencia de la del resto. Pero coinciden en la Viena de posguerra y comparten su fascinación por la pintura clásica. Técnicamente imitan a los maestros del gótico flamenco pues utilizan la pintura al óleo de la misma manera que la empleaban los Van Eyck. No existe ningún manifiesto ni declaración de principios. En líneas generales realizan un tipo de representación objetiva de la realidad añadiendo elementos alegóricosimbólicos, con un esmerado tratamiento del detalle, que marca su peculiar realismo. Además en sus cuadros la composición formal es fácilmente reconocible.

Hausner, el mayor del grupo (Viena, 1914), refleja en sus pinturas experiencias y reflexiones personales mediante símbolos ocultos que va asociando con ideas cada vez más complicadas. Destacan sus autorretratos, las referencias a personajes históricos como Ulises y sobre todo la Serie de Adán (1964). Anton Lehmden (Viena, 1929) destaca como dibujante y grabador más que como pintor. En su obra predomina la naturaleza sobre lo artificial, con grandes cualidades dibujísticas mediante las cuales transmite su preocupación por la destrucción de la naturaleza. Sus primeras obras muestran alegorías de la guerra con fuerte carga dramática. Después el paisaje será el indiscutible protagonista de su arte. Arik Brauer (Viena, 1929) es quizá el menos ligado al grupo debido a su carácter nómada. Está muy influenciado por Brueghel y por El Bosco. El tema fundamental de su pintura es el color, con cierto carácter naive, hasta que evoluciona adoptando finalmente un tono más místico. En sus pinturas abunda el tema de la metamorfosis así como los elementos naturales, la fauna marina y lo orgánico. La luz y el agua son elementos intercambiables en sus pinturas.



Desarrolla en un principio paisajes rústicos Tras su visita a Israel en 1955 se interesará por las miniaturas hindúes y persas introduciendo entonces en su pintura elementos orientalizantes y colores brillantes. Brauer utiliza con frecuencia como base de su trabajo la tradición hebraica y el Antiguo Testamento, mostrando un mundo de cuento de hadas. Entre 1985 y 1997 fue profesor en la Academia de Bellas Artes de Viena. Wolfgang Hutter (1928) muestra una evasión del mundo presente refugiándose en paraísos artificiales, extraños y transparentes, dotados de mucha fantasía.

Desde mediados de los años cincuenta exhibieron su obra en casi todos los continentes y grandes ciudades, realizando diversas exposiciones colectivas, como la gran retrospectiva que celebraron en Japón en 1972. En su momento estos pintores fueron contra corriente, irrumpiendo en una Viena muy sensibilizada tras la guerra, que en algunos casos se escandalizó por las propuestas inconformistas y en cierto modo rebeldes de los artistas, en un contexto en el que predominaba la abstracción frente a la pintura figurativa. Después de lo saños cincuenta y sesenta que fue la etapa más prolífica, cada artista desarrolló su carrera individual, destacando la de Fuchs, artista principal del grupo y cuya obra ha tenido mayor trascendencia.



Simón Marchán destaca al grupo como el más coherente dentro de una tradición de surrealismo y figuración fantástica, en la que han brillado figuras puente como Richard Oelze y el francés Dado. Sin duda se trata de un grupo sin el que difícilmente se entiende la evolución de la figuración fantástica posterior a 1950 en el terreno de la pintura, pues los artistas fantásticos más importantes del último tercio de siglo (H.R. Giger, Mati Klarwein, Bob Venosa, Wayne Barlowe y Zdzislaw Beksinski) se hallan profundamente influenciados por estos pintores austríacos.

El realismo fantástico de Ernst Fuchs, es uno de los artistas más interesantes y singulares de la segunda mitad del siglo XX. Apodado el Príncipe de los pintores por sus admiradores por su depuradísima técnica y virtuosismo, ya demostró sus habilidades desde su juventud realizando excelentes dibujos y grabados con sólo 15 años. Hoy es un creador polifacético, pintor, grabador, decorador, diseñador, poeta, compositor, y arquitecto que ha investigado los diferentes campos de la expresión plástica indagando y reflexionando acerca de la Historia del Arte y de sus artistas más emblemáticos, estudiando la iconografía y las técnicas empleadas en las diferentes épocas. Pero el aspecto más interesante de su arte lo ofrece la pintura. Fuchs desarrolla una obra personal muy rica desde el punto de vista estético y con múltiples referencias artísticas, ya que explora y estudia la Historia de la Pintura a través de sus propias creaciones. Sus referentes pictóricos abarcan desde los maestros medievales como Matthias Grünewald, Albrecht Altdorfer, Pieter Brueghel y El Bosco y los maestros del XIX, especialmente los simbolistas como Arnold Böcklin, a los contemporáneos como Salvador Dalí y Pablo Picasso.

A lo largo de su carrera ha reflexionado sobre las raíces iconográficas y simbólicas de nuestra cultura, partiendo de la tradición judaica. Estos profundos conocimientos le permiten elaborar su propia mitología, mediante un vocabulario artístico muy desarrollado con el que aporta una interesante visión de diversos símbolos culturales y actualiza figuras míticas como la esfinge, el unicornio, los ángeles y otros seres fantásticos, que se alojan en su universo creador.
Fuchs, una especie de artista medieval, se reencarna en pleno siglo XX a través de una pintura simbiosis de surrealismo, simbolismo y tradición figurativa.


Su arte tiene un aire religioso y místico, en el que fusiona mito, tradición y elementos contemporáneos con lo que desarrolla su peculiar realismo fantástico. El realismo fantástico de Fuchs presenta en sus rasgos formales líneas manieristas y expresionistas, propias de una sensibilidad artística de larga tradición caracterizada por los trabajos de introspección. Fuchs absorbe y asimila toda suerte de técnicas debido a su curiosidad. A través de su carácter ecléctico concreta su propio estilo, en el que se da la coexistencia de diferentes estilos históricos. Su pintura tiene componentes de la pintura al óleo a la manera de los flamencos como Jan Van Eyck, de los grabados de Durero y de los dibujos de Miguel Ángel. Los artistas austriacos que más le han influido son Gustav Klimt y Egon Schiele, por la tendencia de éstos a la figura erótica y por la sensualidad que ofrecen los desnudos que aparecen en sus obras. Además en los años cincuenta Fuchs mantuvo contactos con destacados surrealistas como Jean Cocteau, Max Ernst y en especial con Salvador Dalí con quien tuvo una estrecha relación.

En sus trabajos se aprecia su gusto por la línea decorativa y por los ornamentos modernistas, siendo evidente la gran influencia de las fantasías y diseños de Antoni Gaudí. De hecho, una de las motivaciones centrales de su obra es la arquitectura a la que dedicó un libro de carácter teórico titulado Architectura caelestis (1966) en el que expuso el resultado de sus investigaciones y su particular filosofía artística. La figura del monstruo, las creaciones antropomorfas, la belleza femenina y la iconografía religiosa ocupan un lugar destacado en su obra. Sus pinturas tienen numerosas connotaciones literarias que hacen referencia, por ejemplo, a los cuentos de Hoffmann, o a las novelas de Meyrink como El Golem. Pero sin duda, su mayor fuente de inspiración es la Biblia, especialmente los libros de Ezequiel y de Job, como él mismo apunta.



La evolución de su trayectoria artística se refleja en sus primeras series como Die Stadt (La ciudad), Monstren (Monstruos), Kataklismen (Cataclismos) y Bikini Atoll. En estas obras de mediados de los años 50 de formatos muy reducidos y producidas en un contexto postbélico, aborda la temática apocalíptica, la catástrofe y el cataclismo en la que la muerte en todas sus manifestaciones y la irreversible destrucción del mundo, están latentes. Fuchs refleja el impacto del hambre y la profunda fractura espiritual de occidente, valiéndose de la iconografía del cuerpo humano desgarrado y fragmentado y de su agonía. Para ello parte de la tradicional iconografía cristiana que transformará en una nueva representación moderna. Los huesos, la putrefacción, el paso del tiempo, las deformaciones, las metamorfosis y el campo de concentración son motivos que representa con frecuencia además de otros de carácter emocional como los causados por el impacto de acontecimientos históricos entre los que destacan la bomba atómica de Hiroshima y la muerte de Gandhi.

Durante la década de los cincuenta y los sesenta su arte tendrá una importante base religiosa, centrándose en el cristianismo como fuente de inspiración. Pinta en estos años multitud de obras de esta temática. Trabajará con frecuencia en series como la de la leyenda del unicornio, las transformaciones de querubines en piedras preciosas o el ciclo dedicado a la esfinge, en las que une a la dotación técnica sus amplios conocimientos literarios, especialmente los que conciernen a la Cábala.

Sobre 1965 se producirá una transición de la miniatura a la pintura monumental. Cada vez se irá mostrando más estructural y arquitectónico frente a sus primeras obras más abigarradas y de escenografías barrocas. En una famosa obra, el Antílaokonte (1965), llena de matices y detalles, se refleja la tensión de la batalla contra el monstruo. En sus dibujos y pinturas se advierte una síntesis de elementos de las antiguas civilizaciones y de las estructuras arquetípicas con morfologías modernas. A partir de 1978 inicia una nueva fase en su carrera con el empleo de colores más claros y utilizando composiciones menos complejas que anteriormente. Además de la temática clásica de Fuchs reflexionará sobre la mitología germánica como en la serie sobre Lohengrin.

Desde los años setenta ha trabajado otras facetas como el diseño de vestuario y decorados para óperas de Wagner o la escultura: sus famosos bronces de la reina Esther adornan la entrada del Teatro-Museo Dalí en Figueres y de la Villa Fuchs en Viena. Además ha realizado diversos proyectos arquitectónicos en Austria, principalmente diseños de arquitecturas fantásticas aplicadas a un hotel, a una iglesia y a una fuente, propias de sus cualidades visionarias, algunas de las cuales se han hecho realidad y se han construido ya. A lo largo de su carrera Fuchs ha buscado la realizaciónde la obra de arte total. La llevó a cabo en la decoración y restauración de la Villa Otto Wagner (1888), emblemático edificio del arquitecto del Jugendstil vienés del mismo nombre, en el que Fuchs trabajó durante diez años produciendo una fusión de diversas artes: escultura, pintura, decoración y diseño. Esta profunda restauración fue abierta al público en su centenario (1988) como Museo Ernst Fuchs, que actualmente exhibe los trabajos más importantes de su carrera. La obra de Fuchs ha ejercido una notable influencia en los pintores más relevantes del arte fantástico contemporáneo, que a su vez han causado gran impacto en la cultura popular: sirvió a H.R. Giger, creador del concepto de la biomecánica artística, para profundizar en sus investigaciones sobre la arquitectura del cuerpo humano; Mati Klarwein, famoso por sus portadas de discos como las que realizó para genios como Miles Davis, descubrió la pintura flamenca y la técnica al óleo gracias a él. Otro pintor adscrito a la psicodelia, Bob Venosa, representa sus mundos cristalinos y sus visiones ayudado por las técnicas aprendidas junto a Fuchs. De hecho en la historiografía reciente se le considera como uno de los pioneros del arte psicodélico.